domingo, 19 de octubre de 2014

JAZZTHERAPHY 7: BÉSAME MUCHO

Es innegable que, cuando uno va al cine, se sienta en la butaca a ver una película y en ella se cuece directa o indirectamente una historia de amor, estamos deseando que llegue el desenlace del beso. No hay historia si no hay beso. Los anales del cine están repletos de esos besos eternos. Aquel primer y dulce beso de Maucalay Culkin en Mi chica, el apasionado y esperado de Bogarth y Bergman en Casablanca, el tórrido entre Burt Lancaster y Déborah Kerr en De aquí a la eternidad, tirados semidesnudos en la arena de aquella paradisíaca playa, el mágico entre la prostituta Roberts y el magnate Gere de Pretty Woman, o aquel imposible y boca abajo entre Spiderman y su amiga bajo la incesante lluvia. ¿Quién no ha vivido uno de esos besos de película?


Pero ¿por qué besamos y por qué nos seduce tanto un beso?

Evolutivamente parece provenir de la costumbre de los primates de alimentar a sus crías con la boca y de consolarlas así cuando no había alimento. En la actualidad es una manera de demostrar nuestro afecto.

Tras este gesto cotidiano, se extiende toda una red fisiológica, química y neuronal. Con un beso de tres minutos se ponen en marcha alrededor de treinta músculos faciales, diecisiete de ellos relacionados con la lengua, se intercambian gran cantidad de sustancias, gérmenes y bacterias, y se gasta una media de quince calorías. Pero lo más increíble del beso es que crea adicción. El cerebro es adicto a la oxitocina, la hormona liberada cuando nos besamos, que es la misma que influye en el enamoramiento, el orgasmo, el parto y el amamantamiento. Está asociada a la ternura, al placer y a la afectividad, y crea vínculos a medio y largo plazo. También sube la dopamina, aumentando el deseo, y la serotonina, potenciando la obsesión. Una droga, vamos. Y cuidado, porque si el beso va mal, se libera cortisol, la hormona del estrés, que puede hacer acabar con la relación a las primeras de cambio, en un proceso casi darwiniano de selección natural.


Además, cuando besamos, cerramos los ojos y unimos nuestros labios con los de nuestra pareja con un abrazo apasionado, nuestras pulsaciones suben de sesenta a ciento treinta, se libera adrenalina, nuestro colesterol baja y se refuerza nuestro sistema inmunitario. Las madres que besan mucho a sus hijos aumentan sus defensas y les protegen de enfermedades.

Empezar el día con un beso nos aporta más energía vital y nos predispone a una actitud más positiva. El beso tiene un poder terapéutico y psicológico, y es una demostración de afecto, amistad y cariño. Es decir, el beso nos hace vivir mejor y más. Según el investigador alemán Arthur Szabo de la Universidad de Ontario, sostiene que las parejas que se despiden con un sentido beso antes de ir al trabajo son más felices y ganan cinco años en su esperanza de vida.

Desde la sección Jazztheraphy de "Una botica en las nubes" te animamos a besar más y mejor, y para ello, te proponemos una versión jazz del clásico "Bésame mucho", a cargo de los españoles Joan Chamorro y la jovencísima Andrea Motis.

Besa, besa mucho.  Disfrutad y sed felices. Te esperamos aquí, en las nubes.

https://www.youtube.com/watch?v=k7FI2pW5hGk

"Feeling good" de Joan Chamorro y Andrea Motis



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