domingo, 6 de octubre de 2013

JAZZTHERAPHY 2: EL ENFADO

Imaginaos un atasco en plena hora punta en el centro de una gran ciudad. Largas colas, hora de comer, mucha hambre y el estrés de un mal día de trabajo. El semáforo del cruce está en rojo y cambia a verde. Cuando intentamos salir, desde la calle perpendicular se abalanza un coche saltándose su señal. Está a punto de chocar contra nosotros si no llegamos a pisar firmemente el freno. El primer pensamiento reflejo es llamar de todo a su conductor, aunque lo preocupante viene con los siguientes: la sed de venganza y la irritación hacen que nuestro organismo se prepare para la lucha. Nuestras manos aprietan fuertemente el volante, comenzamos a temblar, las gotas de sudor resbalan por nuestra frente, el corazón late con fuerza y tensamos todos los músculos del cuerpo. Si nos concedieran en esos momentos la oportunidad de tener al otro conductor al lado, nuestro cerebro más primitivo nos mandaría estrangularlo. Afortunadamente, el sonido del claxon del coche que nos sigue nos despierta de este estado de rabia. Solo con cierta apertura mental podríamos parar esa escalada de ira. Pensar que iba despistado o que posiblemente fuese una urgencia médica nos ayudaría a aplacar el sentimiento.


El enfado es la más seductora de las emociones negativas, ya que nuestra retro-alimentación negativa nos proporciona argumentos suficientes y convincentes para seguir con él. Además, el enfado resulta energizante y euforizante. Cuantas más vueltas demos a los motivos que nos llevan al enojo, mejores y más justificadas razones encontraremos para seguir enfadados. Los pensamientos obsesivos alimentan nuestra ira. Fisiológicamente, está demostrado que un enfado sobre otro enfado hace que el segundo, aunque esté provocado por una razón casi inexistente, sea de una intensidad mucho mayor que el primero. Y así, cualquier pensamiento que tenga lugar sobre esta escalada de ira  provocará una irritación más intensa que la del principio de la secuencia. En ocasiones, este incremento de rabia podría acaba en un estallido de violencia.

¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Primeramente ser conscientes y prestar atención al primer pensamiento que inicia el enfado. Cuanto antes lo hagamos, antes lo cortocircuitaremos. Hay que reencuadrarlo de manera positiva y no darle más importancia de la que tiene. Cuando esto no es posible porque la irritación ya es demasiado intensa, la única opción que nos queda es el enfriamiento. Supone el alejamiento de la causa del enfado, el freno a la escalada de pensamientos hostiles y el intento por distraerse. Las distracciones son un recurso sumamente eficaz para modificar nuestro estado de ánimo y el ejercicio activo, sobre todo, contribuye a dominar el enfado. Otro método puede ser tomar conciencia de los pensamientos irritantes y escribirlos en papel.

Ya sabes, el día que te enfades, acuérdate de esta entrada. Siempre se ha dicho que la música amansa las fieras.



Charles Mingus fue uno de los mayores contrabajistas y pianistas de jazz del siglo XX. Su enrevesado árbol genealógico (sueco y afroamericano por parte de sus abuelos paternos; y chino y británico por parte de los maternos) hicieron de él un empedernido activista contra el racismo. Su primer contacto con la música fue a través de la música de la Iglesia que su madrastra amerindia le hacía oír, pero poco a poco fue descubriendo el jazz de Duke Ellington. Cambió el chelo por el contrabajo cuando un amigo le dijo que el primero era un instrumento de blancos, y fue a partir de entonces cuando empezó a destacar, llegando a trabajar con Charlie Parker y Louis Armstrong, entre otros.

Pero lo que trae a Mingus a esta sección es su carácter. Impulsivo, temperamental y temible; había veces que sus conciertos acababan en discusiones y peleas. Esta energía desbocada le valió el apodo de "The Angry Man of the Jazz". El hombre enfadado. Otro gallo le habría cantado si hubiera sabido algo de inteligencia emocional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario